El éxito de la empresa descansa también en la calidad del vínculo personal entre los socios. La forma de cuidar ese vínculo, no es evitando o posponiendo las conversaciones incómodas, sino tratando y documentando, asistidos por un abogado, todos los aspectos del vínculo social. Como dice el refrán: cuentas claras conservan la amistad.
Les propongo una pequeña historia (basada en hechos reales) para reflexionar sobre algunos errores comunes a muchos emprendedores con mucho talento y poca experiencia.
A los trece años, nuestro emprendedor montó su primera empresa. Vendía perfumes puerta a puerta que compraba a un importador. Como era menor, las compras las hacía a nombre de su madre.
Poco después trabajaban para él tres amigos de su misma edad que cobraban comisiones por ventas. Un año más tarde fue reclutado por una empresa de venta directa, que le dio capacitación y le mostró el potencial de la actividad comercial.
Abandonó ese trabajo para seguir el sueño de la empresa propia. Siguió probando modelos de negocios hasta que visualizó el potencial de las ventas por Internet. Cada nuevo proyecto llenaba su corazón de adrenalina y podía pasar noches sin dormir pensando en los detalles.
Apenas llegó a la mayoría de edad, buscó a un amigo dedicado al área informática y le contó su idea de negocio. De inmediato se pusieron a trabajar, él en el desarrollo de los aspectos comerciales y su amigo en el diseño de la plataforma web.
Cuando me vino a consultar, su inquietud era la confección de los contratos que vincularían a la empresa con sus proveedores, con sus vendedores independientes y con sus clientes. El modelo de negocio incorporaba un novedoso sistema de incentivos que era necesario traducir a términos contractuales y legales.
… a la estructura legal le faltaban los cimientos.
Luego de un par de reuniones, quedó en evidencia que a la estructura legal que comenzábamos a construir, le faltaban los cimientos.
Todo el emprendimiento descansaba sobre un compromiso verbal y afectivo con ese amigo que se había convertido en socio, cuyos límites no estaban claros, al punto que ni siquiera se habían planteado como repartirían las ganancias. Él daba por supuesto que era una sociedad 50% de cada socio, pero solo era un supuesto.
Antes de seguir adelante, le pedí que se reuniera con su socio y resolvieran algunas cuestiones básicas, tales como:
- Que participación le correspondía a cada socio.
- Qué estructura social iban a adoptar.
- Cuáles eran los aportes que cada socio se obligaba a realizar.
- Confirmar si el amigo aportaría la propiedad o el uso exclusivo del sistema informático que estaba desarrollando.
- Si el gerenciamiento comercial sería compartido por ambos o se dividirían las tareas.
- Si ambos se dedicarían a este emprendimiento como actividad principal o si lo tomarían como una fuente más de ingresos.
La cuestión fue que cuando se sentaron a analizar estos temas, el acuerdo inicial desapareció.
El amigo entendía que lo más valioso del proyecto era el sistema informático y el sitio web que él estaba diseñando. Quería por lo menos el 75% de la empresa.
Todo lo demás debía ser resuelto por nuestro emprendedor, incluyendo el aporte del 100% del capital de giro. El amigo planteó además que mantendría la titularidad del sistema informático que estaba desarrollando y pretendía vender licencias de uso a empresas competidoras.
En este caso es posible ver como dos personas estuvieron trabajando durante meses creyendo tener un acuerdo sobre aspectos fundamentales que en realidad no existía.
El mal entendido terminó enojando y distanciando a los socios que se sintieron frustrados por el tiempo y el esfuerzo que ya habían invertido.
Si bien esta situación podría adjudicarse a al juventud y falta de experiencia de los protagonistas, en mi experiencia profesional es frecuente encontrar situaciones de socios fundadores que trabajan incluso durante años sin haber tenido nunca una charla frontal y directa sobre las condiciones de su relación social y lo que cada uno espera del otro.
Esto genera un desgaste de la relación, que tarde o temprano se convierte en un factor que les dificulta o les impide superar las situaciones de crisis que se plantean a lo largo de la vida empresarial.
Toda sociedad nace con un acuerdo entre dos o más personas. Sin acuerdo no hay sociedad y un acuerdo incompleto dará nacimiento a una sociedad con muletas que no logrará llegar muy lejos. Es muy recomendable y coveniente contar con asesoramiento profesional en la negociación y redacción a medida del acuerdo inicial.
