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Entiendo que la relación entre un abogado y su cliente debe ser un camino que se recorre juntos y no un simple contrato de servicios.

Porque el abogado conoce las leyes, las rutas posibles y los límites del derecho, pero es el cliente quien conoce el paisaje de su propia vida, sus miedos, sus sueños y las huellas que lo han traído hasta aquí.

El abogado sabe de lo que es probable, de lo que es legalmente viable, pero solo el cliente sabe qué es lo verdaderamente importante para él, qué riesgos está dispuesto a asumir y qué cosas no está dispuesto a sacrificar.

El abogado diseña estrategias, traza planes y arma defensas… pero es el cliente quien decide dónde quiere llegar.

El abogado no viene a sustituir al cliente. No puede ni debe ocupar su lugar. Sigue siendo el cliente quien, en última instancia, defiende y debe defender activamente sus propios intereses. No solo para vigilar que su asesor esté alineado con lo que verdaderamente quiere, sino también para librar esas batallas silenciosas que se pelean en los terrenos privados: en las conversaciones cotidianas, en las negociaciones discretas, en el trato directo con las otras partes, fuera de los despachos y de los juzgados.

El abogado trabaja por su sustento, por su prestigio, por la satisfacción del éxito profesional. El cliente, en cambio, se mueve por lo que ama, por aquello que le preocupa, por proteger lo que le pertenece y por cuidar a quienes le importan.

Porque cuando el cliente alcanza su objetivo, el abogado encuentra sentido profundo a su tarea y allí radica el éxito.

Y entonces, no se trata solo de ganar un juicio o firmar un contrato. Se trata de algo mucho más esencial: de brindar seguridad jurídica.

Aunque muchos clientes no lo llamen así, lo que buscan es exactamente eso: despejar incógnitas, eliminar riesgos, cancelar incertidumbres, transformar el caos en orden y descansar en el sosiego de la persona prudente y previsora que construye sus proyectos sobre cimientos sólidos.

Y ese es, para mí, el verdadero sentido de ser abogado: acompañar, proteger y construir estrategias que respeten tanto la ley como el corazón de las personas, para que puedan vivir y decidir con la tranquilidad de saber que sus pasos se apoyan sobre terreno firme.

Si sentís que ha llegado el momento de tomar decisiones importantes y querés recorrer ese camino acompañado,puedes contar conmigo.

Dr. Jorge De Ávila